Monday, December 19, 2016

CARIBBEAN FANTASY: HOW ONE FILMMAKER IS CHANGING THE NARRATIVE IN DOMINICAN CINEMA


Singlehandedly, Johanné Gomez has authored two of the most compelling and ground-breaking documentaries in the budding industry’s history, but we’re just recently hearing about it. 




You probably have never seen a Dominican documentary before. Nobody blames you for it. Dominican Republic is an international film destination with a powerful emerging industry dominated by family comedies and violent dramas, producing about a dozen of box-office effective titles every year and sometimes even achieving remarkable products such as the critically acclaimed Sand Dollars, and the tarantinesque but very local La Gunguna.

But documentary? Yeah… No, the category has been mostly populated by archive docu-pamphlets backed by some party’s political agenda. It’s not until the last couple of years that it was graced with the appearance of “Tú y Yo”, a festival darling by Natalia Cabral and Oriol Estrada, an intimate portrait of two women’s domestic relationship; and Tatiana Fernandez Geara’s “Nana”, another extremely intimate project exploring the ties and boundaries between Dominican nannies and the children they work with.

But Johanné Gomez Terrero, has taken her business to the streets, and the meanest while she’s at it. After she completed her studies in the prestigious film sanctuary San Antonio de los Baños, producing on her way out a short film that banged its way through the most prestigious festivals in the world, “Los Minutos, Las Horas”, she was only moved by the most urgent and dramatic of stories. In 2014 she completed a three years’ gut-ripping film project about the refugee camp in devastated post-earthquake Puerto Principe called “Bajo las carpas”, which follows the parallel stories of a young boy and a school teacher trying to survive in the tarp tent labyrinths the Haitian capital was reduced to. “Bajo las Carpas” proves from the first shot that Johanné has no fear of going further, deeper, eye-to-eye with a reality that’s usually only described, but never seen. The meaningful and heartfelt feature premiered in RDoc, a shiny and new jaw-dropping documentary festival that has come to redeem the scene in a country where art and entertainment awards are given altogether by social reporters and show biz columnist since the dawn of time. But Gomez’s film didn’t make a word of mouth. In a racism ridden half-island, the narratives of sister nation Haiti are regarded as a personal attack, specially in the heat of a migration turmoil that has enshrined the Dominican government as the heart of all evil as it withdrew citizenship to almost a century of in-land born Haitian descendants. And whereas this should add to the documentary’s value and meaning, it only causes that itchy discomfort even in the most broadly minded elites of the country’s art scene. So the film had a short festival run, but only because its author was getting ready to immerse in different waters

This year’s RDoc premiered Caribbean Fantasy, which features the love story between a married woman and a boatman in the Ozama river, the one that divides the city in two, and the deepest core of Santo Domingo’s marginality. The film explores and balances issues of morality, religion, mental health, education and feminism, all in the shivering setting of filthy riverside slums, and the poverty, contamination and social inequity in between. But let alone its formal purity, its impeccable execution and Johanné’s ability of putting the camera where none has been before, she succeeds at portraying the human dimension of this stained, impossible love. The story, unresolved, raises questions beyond the margins, and eyebrows at the depiction of misery without sensationalism or vulgarity.

“Caribbean Fantasy” is rich in symbolism and synthesis, and not for one second it abandons the excruciating reality of the characters, or its sophisticated contemporaneity. Johanné checkmarks a form of film that pierces through narratives of class in the Dominican imaginary, and calls it her own.

A poet from the slums, so to speak.

Written in April 19, 2016


Update: The film has just snatched the Mid-length max award at the Festival del Nuevo Cine Latinoamericano in Havana, Cuba, at the beginning of December 2016. 



Saturday, July 2, 2016

ORGULLO DE ANDAR COMO YO QUIERA



 

Quisqueya celebra su Orgullo LGBTQ con las palmadas dispersas que componen su alboroto, en la ferviente inquietud de los activistas, las dragas y mis queridos maricones dominicanos. Yo que veo desde el cielo lo que pasa, también he caído en cuenta de una malsana precaución que se ha publicado en las plataformas sociales, que instan a los asistentes a portar una vestimenta business casual y a no mostrarse en las formas estrafalarias e histriónicas que nos dieron el nombre mismo de gay.

Me preocupa que se quiera tildar de obscena una caravana de orgullo de diversidad sexual. Me parece contradictorio e ignorante. En una sociedad que hace campaña política con cueros rompiendo el piso con el toto, y el cuerpo está seguro en cada programa de televisión. Una sociedad que baila frotándose los genitales, y cuyas canciones hablan mares de coito y malabares, donde los juegos deportivos están patrocinados por pastillas que prometen 48 horas de erección ininterrumpida y los hombres se jactan de como destrozan el agujero que los acoge. Esta es la que viene a enjuiciar y apaciguar nuestra propia identidad. Coño, pero hay que oír vainas. 

Quiero pensar en la lucha de toda la creciente comunidad de sexualidades y expresiones de género por la aceptación e integración, como un doloroso proceso de aprendizaje para todo el mundo, la apertura al abanico siempre creciente de expresión y prácticas de género, sexualidad y sexo. Que aprendamos todos a admitir, normalizar y aceptar todas las prácticas sexuales, independientemente nos gusten o no. ¿Por qué perpetuar el mutis moralista de nuestra educación cristiana?  

Quiero que mis hermanas salgan a la calle como les dé la gana: En tanga, en jockstrap, en tenis nike azul bolitas, en tríos, en grupos, por delante y por detrás, con un colalé que diga “aquí te lo ponemos sereno” y de blusa el mediofondo de Martha Rivera Regidora. Quiero que griten lo que les gusta en el aposento, porque no es inmoral ni impropio, que el sexo no es obsceno ni tampoco lo es el cuerpo, y si el gusto es compartido, cuando hay mucho es más ameno. Quiero que en conmemoración del Orgullo le enseñen a sus madres lo que es un cockring y cómo se pone, qué es tucking y dónde se pone, qué es el chemsex, qué es el bareback y qué hay en el porno que ven. Que vivan su sexualidad sin tabúes ni secretos a voces. Que se eduquen, que solo es bueno, y en el mundo hay pila de cosas.

Felicidades a toda la comunidad SAGA (Sexuality and Gender Acceptance), que es el nuevo nombre de la comunidad LGBTQ (aprende, que va a salir en el examen) por estar siempre creciendo y siempre dando ese tough love a toda Quisqueya. ¡Gracias!




Foto de Gustavo Dion

Monday, January 26, 2015

EL MIEDO BLANCO DE LOS DOMINICANOS



Haití es el primer soberano, y eso no se lo van a perdonar jamás.


Una noche de agosto, tan lejos en el pasado como el año 1791, los negros esclavos de Haití levantaron la mano contra el amo blanco, y el mundo nunca sería el mismo. La primera república negra libre, la primera en abolir la esclavitud, el primer país soberano de este juego de damas que es la América Latina colonia y huésped. Declararse independiente fue la primera afrenta de la colonia a la madre Europa, la rebelión de la “oveja negra”.

Los haitianos ya habían conocido al amo español, con el que pasaban más hambre, y en ese momento pertenecían a Francia.    La Hispaniola, una joya en el mar de las nuevas indias, la única partida en dos, en el corazón de un continente donde trescientos años de explotación sanguinaria disfrazada de cristianización habían solventado el apogeo europeo de lo que hoy nos enseñan como El Renacimiento. La Hispaniola brillaba en el nuevo mundo como una colonia próspera, en la que la brújula no se equivoca, una receta perfecta para el sofisticado estatus que hoy conocemos como departamento de ultramar.

Dos años antes las cabezas en Francia habían comenzado a rodar. La revolución francesa fue seguramente un influjo para la insurrección de los haitianos, que copiaron la decapitante rebelión ahuyentando a los pocos salvos a las costas del oriente cubano.

Varios años después Haití se declara independiente, no sin una condición: Francia le pone una multa de una suma tal que a cualquier país que se la pongan hoy día, tose. Condenado a no progresar, bloqueado, embargado e irreconocido, Haití tuvo que comerse sus propias tripas y hacer de ellas corazón mientras invadía el resto de La Hispaniola. Esta ha de ser la invasión peor contada de la historia. Aquí por qué.

La gente que hoy llamamos Dominicanos repiten frecuentemente que fueron invadidos por los haitianos, e incluso festejan su independencia el día que se sublevaron contra el yugo de sus invasores y no de la colonia española. Esta es una falacia. El territorio invadido era una colonia de España, mal administrada, negociada, recortada a pedazos por locales y colonos, que años antes y hasta hoy estaría siendo vendida por pedazos como mercancía, no solo en extensión terrestre, sino en cuerpo, en espíritu, en proyección cultural. Los que hoy llamamos Dominicanos se sienten libres porque son capaces de elegir a qué país blanco quieren acotar sus intereses, no porque hayan adquirido una verdadera soberanía.

La propaganda demonizante no tardó en aparecer. La raza negra se vio convertida en el cuco, y los haitianos en su portabandera. Los mitos de decapitación reverberaban en el imaginario blanco y por consiguiente de todo el que blanco se sintiera. Y Haití haciéndose más pobre, masticando la carne seca de su identidad racial y religiosa, promoviendo el mismo miedo del que se le acusaba como un mecanismo de defensa, el único arma que le era permitida.

El apartheid en el mundo acabaría siglos después, y de los haitianos todavía no cesamos de sentir esa repulsión que nos enseñaron nuestros ancestros blancos.

Porque es eso, que somos blancos en el fondo. Por eso somos incapaces de decir negro sin bajar la voz, o bien como los cubanos hacemos un gesto con el dedo en la piel del brazo. Por eso nos hemos inventado que el color indio existe y somos capaces de colocar en documentos oficiales una estupidez semejante. Por eso el que más oscuro es se le llama “moreno” y todavía “mulato” hace rechinar algunos dientes. Por eso casarse con un blanco es refinar la raza. Por eso cuando describimos a una persona hermosa tendemos a decir “blanco, rubio y de ojos azules”. Porque no es que seamos racistas, sabemos que “es lo mismo un blanco que un maldito negro”.

Nuestra gloriosa cultura empezó a blanquearse hace siglos. No le echen la culpa a Sammy Sosa.

Mira a Farrah Fawcett, qué perra.

Cuando se nos señala esa repulsión espontánea e incontenible, saltamos del asiento blandiendo la espada del cliché mandingo, del negro bajo la oreja, de la mezcolanza racial, de lo que sea, salvo confesar con la verdad de la ciencia: Soy un mulato antillano.

Y a la vez el fetiche. El culo negro de la dominicana que paralizó a toda Francia, el culo en general que tanto y tanto hemos gustado y compartido. Los talegos trepidantes desde la música popular hasta la literatura (entre Pepe y La Estrategia de Chochueca) o el cocomordán, no son sorprendentes ejemplos de una demonización sexual, herencia católica que no nos hemos sacudido todavía.

Más recientemente, adjudicamos a los haitianos habilidades animistas, poderes místicos y otras amenazas para esta república blanca oscura que teme sus cabezas rueden. Hablamos de invasión antes de que ocurra, y rechazamos a los haitianos que nos usurpan, supuestamente, de nuestro pan de cada día.

Este es el miedo blanco de los dominicanos. El miedo de a la decapitación negra. No es que veamos agredida nuestra identidad, es que perdemos la elección de nuestra propia colonia. No es que nos roben un trabajo que en realidad no estamos dispuestos a realizar por las monedas que se les paga a los haitianos, es que queremos que lo hagan de gratis, como antes, cuando eran “nuestros” esclavos.

A este miedo centenario los haitianos responden con su arma centenaria, el cuco. Y sin ton ni son gritan contiendas que no serían en décadas capaces de ejecutar.

Hace varios meses el Tribunal Constitucional aprobó una ley que sustrae la nacionalidad dominicana a los descendientes de haitianos que hayan nacido en condiciones migratorias irregulares. Y a simple vista la decisión es plausible y aplaudida. Pero su carácter retroactivo que remonta su ejecución al año 1929 puso el grito al cielo en locales y arribados. En una de las manifestaciones de tres gatos cerca de la frontera, un tal Sam Se Pam quemó la bandera dominicana. Y uno pensaría: Gran vaina, ¿No? Es decir, no es que haya verdaderos patriotas, y ya hemos visto la bandera dominicana utilizada para recoger tierra en un patio de destacamento, ¿No? Y la bandera dominicana no vale nada cuando uno tiene la remota posibilidad de coger una yola, sacar un green card  o pedir un pasaporte, ¿NO? Pero sí, fue gran vaina y Sam Se Pam… Bueno, no se supo bien de su paradero. Pobrecito, pobrecito.

Esto ha sido suficiente para una inevitable lluvia mediática de desinformación e instigación (enchinchadera). Por un lado los dominicanos con miedo, y por el otro los haitianos haciendo cuco. Porque nada más chismoso que la gente bruta. Y como el miedo es lo que más vende, no falta quien quiera capitalizar el conflicto desde su propia tribuna. La prensa mediocre aclara que una ballena murió en aguas haitianas y que los delfines se salvan en aguas dominicanas. Las redes sociales acusan de crímenes en dominicana a fotos de negros en el Congo que encuentran en internet y que no tienen nada que ver. Un supuesto político haitiano, mitad farandulero, llamado Jean Sam Occelin se alza con el nombre de Sam Se Pam para clamar por una revolución contra Santo Domingo, pone un video en internet con una canción de revolución vacía, con palabra pero sin acción, y es incapaz de responder a un simple cuestionario de La Perra de Dios sobre sus intenciones, carece de fundamento y su fuerza es solo tan amenazante como la dimensión que le otorguen los ignorantes dominicanos.

Porque para que venga el cuco hay que tener miedo. Y hay que meter miedo para que cuco te llamen.

¿Y miedo a qué?, pregunto yo.

Porque la República Dominicana no ha mostrado nunca una agenda que la encamine a una unificación con la República Haitiana, ni así lo permitirían las colonias que nos manejan. La supuesta presión internacional no es más que la reprimenda propia de una decisión alarmante y draconiana del Tribunal Constitucional. La supuesta amenaza haitiana es un reguero de gente pobre y hambrienta que lo único que quiere es, ya que pagaron lo que tenían a un guardia corrupto en la frontera para poder entrar, que por lo menos se les permita trabajar. Los supuestos traidores dominicanos solo intentan salvar a la República Dominicana de más vergüenza internacional. Los supuestos nacionalistas lo que buscan es lucrarse de un conflicto centenario. Y la prensa mediocre da la noticia que alarme más y produzca más clicks. 

Así que si usted quiere entrar en el juego, usted tiene que elegir su cuco y su miedo.

Thursday, January 22, 2015

LA PRIMERA PIEDRA (FOOD FOR THOUGHT DE JAMES PLANTIN)





Ha habido mucha desinformación desde el inicio del año sobre los Haitianos que viven en la República Dominicana y cómo estos buscan “invadir” el país. Y gente de diferente bagaje expresando su opinión sin sentido alguno de comedimiento o de información adecuada. Este es el otro lado, el lado negativo de las Redes Sociales, que le dan voz a gente sin educación, gente que sabe muy poco pero habla mucho más alto. Pero ese es otro problema.
 
Yo soy un ciudadano Haitiano que ha estado viviendo en la República Dominicana por los últimos 16 años y creo que puedo ser juez imparcial tomando en consideración ambos lados de la historia. No me considero demasiado patriótico y trataré de hablar con hechos.

El sentimiento anti-Haitiano se ha sembrado en el inconsciente colectivo de la sociedad Dominicana desde que Haití tomó la isla en 1822. Lo que los Dominicanos no saben o se rehúsan a entender y muchos Haitianos probablemente no recuerdan es que en ese tiempo Haití acababa de conquistar su independencia en un mundo donde el único país libre eran los Estados Unidos de América. Y Haití había ganado su independencia contra una de las más grandes potencias de aquel tiempo: El Reino de Napoleón Bonaparte. Ese mismo líder que invadió casi toda Europa había sido derrotado por una pequeña nación, apenas la mitad de una isla, gobernada por gente sin educación, esclavos sin sofisticación. La libertad de Haití estaba en peligro. Tomar el lado Dominicano de la isla no fue una opción, y tampoco el resultado de odio a los Dominicanos, era imperativo para salvaguardar la independencia de un estado recién formado e impedir la entrada a Haití por el este. Dicen que el fin justifica los medios, y en este caso así fue. Haití fue capaz de mantener su independencia. Y sí, de acuerdo con la mayoría de los historiadores, hubo mucho exceso durante la ocupación Haitiana de la todavía-no-declarada República Dominicana. Y no es por defender o excusar los daños, humillaciones y atrocidades cometidas en ese momento, pero yo me pregunto ¿Qué ocupación es pacífica y comprensiva? Y más aun, no veo la misma respuesta hacia los Españoles o Norteamericanos como resultado de sus respectivas ocupaciones. Y me pregunto por qué…

El sentimiento anti-Haitiano todavía estaba allí en 1937, cuando el dictador Rafael Trujillo ordenó la masacre de más de 20,000 Haitianos supuestamente por estar invadiendo la zona fronteriza y usurpando el sustento de los Dominicanos, mientras al mismo tiempo el mismo dictador daba la bienvenida a inmigrantes de todas partes de Europa. Los apellidos Bonarelli, Demorizi, Ferrari, Lithgow, Lockward, McKinnew, Paiewonksy, Rainieri, Vinelli y Zeller, por ejemplo, no son ni Dominicanos ni Españoles, obviamente. Y me pregunto por qué… ¿Por qué estas familias fueron permitidas a entrar mientras que los Haitianos era expulsados a punta de genocidio. …?

Y en estos días, el sentimiento anti-Haitiano está todavía en su auge. El año 2015 empezó con gran revuelo. Todo lo que es malo en la República Dominicana resulta ser causado por la inmigración Haitiana, desde las famosas casas en Montellano hasta la unificación de la isla y que los “Haitianos están invadiendo la República Dominicana”. Yo particularmente nunca he escuchado en Haití, tanto en conversaciones públicas o privadas, sobre algún deseo de convertir los dos países en uno. Esa propaganda vino de quién-sabe-dónde y se ha repetido por todo el país para alimentar un sentimiento patriótico con tensión, humillación y odio. Yo ciertamente no creo que la República Dominicana y Haití deberían convertirse en un país. No por las diferencias culturales, algo que se menciona constantemente, y para ser franco esas diferencias no son tan importantes dado que compartimos la misma religión, los mismos antepasados y las mismas raíces lingüísticas, pero porque la República Dominicana ha trabajado arduamente para mejorarse, es una nación emergente pero con muchos retos y precariedades que sobrepasar. No sería justo para la República Dominicana cargar con el peso extra. Y mi sentimiento es que si la República Dominicana puede hacerlo, también puede Haití.

En cuanto a la “invasión” de Haitianos… Casi todos los Haitianos inmigrantes llegan con la esperanza de una vida mejor, un futuro más brillante para sus hijos. ¿Dónde está el daño? La gente de todo el mundo ha migrado desde que existe la raza humana. Los Dominicanos migran a los Estados Unidos, Puerto Rico, España, solo por nombrar algunos, con esperanza de una vida mejor. Igual que los Haitianos! ¿Entonces cuál es la solución? Establecer un sistema migratorio eficiente en el que los Haitianos deban tener todos los papeles necesarios para venir y trabajar en la República Dominicana, porque te guste o no, Dominicana necesita mano de obra Haitiana. Pero aquí yace el problema. Los empresarios Dominicanos necesitan mano de obra Haitiana y la quieren barata. No es su interés que los inmigrantes Haitianos sean legales. Los costes aumentarían a causa de la seguridad social, salarios más adecuados, seguro de salud, etcétera. El guarda fronterizo que acepta mil o dos mil pesos para hacerse la vista gorda está contribuyendo a la “invasión”, la casa que contrata a una sirvienta Haitiana sin hacer preguntas también contribuye a la “invasión”. Así que es mejor pensar dos veces antes de tirar la primera piedra. 

Este texto apareció en Facebook el Jueves 22 de Enero, publicado por James Plantin. Traducción de La Perra de Dios.