Sunday, December 22, 2013

LOS ONCE MARTIRIOS DE SANTO DOMINGO

La semana pasada, en medio de la rabia por una muerte penosa e inevitable, publiqué el otro post de este blog: Una carta furibunda a la conciencia de esta comunidad fracturada, dispersa y sorda. Tras la publicación, se levantó una horda de insensatas acusaciones, censura y mucho más discriminación que la que yo someramente denunciaba en el texto.

Es una pena que yo escriba por sentirme incomprendido. Pero es que el escándalo generado por el post revela un daño mucho más profundo en nuestra psique, en la forma en que nos imaginamos como personas, comunidades, o como nación.

Nos aguaron las fiestas. Y no fue Yandel con sus dos panas, demasiado feos para ser bugarrones, solo cómplices del palo de Navidad. No fueron ellos tres. De hecho no es que se haya muerto. El hecho es que se repitió un modelo que nos remite a una parte de nosotros que no queremos observar.

Nos llenamos de odio. Un odio de tristeza, de torpe compasión. De efusividad latina, impulsiva. De ignorancia local, ciega y chiva. Nos pusimos las manos en la cabeza y comenzamos a gritar en todas direcciones. Y los dimes y los diretes empezaron a caer como mujeres desmayadas en un velorio.
Solo porque yo dije la palabra singar tres veces. Gran cosa. Solo porque yo dije bugarrón y maricón y homofobia. Porque dije las cosas como nunca se las habían dicho.

Porque el problema está en que todo debe saberse, pero nada debe decirse. Seguimos bajando la voz para decir cualquier cosa; somos incapaces de decir no como respuesta, sino una vaguedad que raya en lo ridículo. Porque lo que leemos viene de Facebook y no de un libro.

Y empezaron las condenas consecutivas: Yo condenaba la prensa, que a su vez condenaba a los homosexuales, y más aun, a la misma víctima y a la prostitución, mientras la comunidad gay me condenaba a mí y al otro homosexual que ya no practica, y también al que es de derecha. Y así las condenas se fueron repitiendo de boca en boca, a falta de un villano mejor que quemar en la hoguera. Tal parece que no les satisfacen los tres hombres que mataron a ese niño, sean marchantes o bugarrones, había que crucificar a alguien más.

Al propio Claudio. Qué pena. Por una horrible semana hemos torturado la memoria del muerto y comenzado una cacería que ya no va a parar. Son once los martirios de Santo Domingo, once e infinitos como los patios contiguos de la casa de Asterión.

Se me llenó de odio el corazón cuando escuché sugerir que la prostitución es un crimen, o que Claudio “no era del tipo de” contratar esos servicios. Se me llenó de odio cuando todo el mundo asumió que yo “sí soy del tipo de” contratar estos servicios. Que al hablar en primera persona lo que hice fue colocarme en la línea de fuego, y alzar un espejo en el que ninguno de ustedes quiere verse reflejados. Porque ahora vamos a negar que hay un culto caribeño a la masculinidad, al falo, al sexo y al divertimento, además de una propensión al sankipankismo. Y también vamos a negar que los gays hemos fetichizado la masculinidad.

Pero vamos a ponerlo en claro. Si un miembro de nuestra comunidad prefiere la contrata de servicios sexuales, embadurnados del misticismo de la hetero-normatividad o no, también son sus derechos los que estamos defendiendo. Cuando hablamos de libertades personales, nos referimos a todas las actividades, preferencias y necesidades que tiene la persona. No solamente a las que en la cabeza de algunos son correctas o moralmente responsables.

El veinte de diciembre del dos mil catorce la suprema corte de Canadá, en víspera de sus muy apreciadas vacaciones pascuenses, reprimió de forma unánime la ley que criminaliza la prostitución en todo el territorio canadiense, comunicarse con clientes en público y vivir únicamente de la profesión. O sea, la prostitución no es un crimen. Tampoco la contrata.

Tenemos una facilidad para silenciar y olvidar que se acerca a lo ridículo.
Tenemos siete compuestos que prometen 48 horas de potencia sexual masculina, con nombres bastante reveladores, pero no podemos hablar de sexo.
Una niña de trece años pare trillizos de un viejo de sesenta que además emprende la huida, y somos capaces de negarle la educación sexual a los jóvenes.
Podemos tener ciento catorce minutos del culo de Beyonce en sus 17 videos y a Miley Cyrus lamiendo una mandarria, pero no podemos hablar de sexo.
De nada de esto se habla.

Y cuando se trata de las conductas homosexuales, el escabroso tema de la promiscuidad y el kinship, el dedo hetero es el primero que se levanta. Las prostitutas siguen deambulando la Sarasota, pero los maricones no tienen derecho a circular en la calle. Y si a eso vamos, los maricones no tenemos derecho a casi nada. Podemos peinar y vestir a las megadivas, pero no tenemos una opinión en el congreso. Podemos ser el hazmerreír de la televisión, pero nuestras manifestaciones son escoltadas por la policía. Podemos decorar casas, pero no formar un hogar. Como si estuvieramos mendigando tolerancia, cuando estamos exigiendo libertades. Al diablo la puta tolerancia heterosexual, nuestro cuerpo es nuestro, tanto para ocuparlo en el gimnasio hasta romper las mangas de nuestros A&F o para participar en cualquier tipo de práctica a la que, a puertas cerradas, tenemos derecho.


Porque tal parece que no podemos adelantar, sino dar pasos sin rumbo, dar los mismos tropezones para llegar decenios y muertes más tarde a la misma conclusión. Y esto sucede porque somos capaces de ensañarnos contra nosotros mismos por ignorancia o falsa moral, e incapaces de tener una visión holística de nuestra realidad. Y nos vendrán a meter por donde no da el sol las “morales y buenas costumbres”, con el patrocinio galopante de la sacrosanta Iglesia Católica y el Listín Diario (solo por citar algunos de los verdugos). Y los más moralistas van a huir escandalizados y renegar de ser parte de nuestra fracturada comunidad. Y los más tontos se olvidarán y seguirán batiéndolo en el parque Duarte bajo la tutela macabra de las autoridades.

6 comments:

  1. Gente como tu es que hace falta en este paisito,para poder llamarlo País!!!
    un articulo GENIAL!!! por favor sigue escribiendo! ;)

    ReplyDelete
  2. tu sigue escribiendo y no les hagas caso...lo haces muy bien. te felicito.

    ReplyDelete
  3. Hasta las lágrimas se me salieron, felicidades, vales más que el oro.

    ReplyDelete
  4. Que gran articulo. Es refrescante y vivo. Gracias y por favor no pares. No pares.

    ReplyDelete