Wednesday, February 19, 2014

ROMPER UN JARRÓN



Esta semana el artista dominicano Máximo Caminero rompió un jarrón que formaba parte de la instalación del artista disidente chino Ai Weiwei y el mundo empezó a sacudir las manos con la boca abierta. El jarrón en cuestión, una ordinaria pieza de cerámica parcialmente pintada con pintura chorreante en colores llamativos, estaba valorado en 1M de dólares y ese numerito siempre nos ha hecho ponernos el meñique en la boca y hacer ojitos galanes a la cámara, ¿o no?

Pero el aspaviento provocado por el torpe acto vandálico del autor de pinturas tainas contra la instalación de Weiwei despliega un abanico de inquietantes cuestiones sobre el arte, el mercado del arte y la recepción del público.

No quiero elucubrar sobre el tipo de borrachera que atizó en Caminero esa estupidez. No quiero decir envidia, y tampoco el propio protestante tuvo la creatividad de articular un discursito que le diera una cierta importancia. O sea, que bien se puede pasar a la historia como quien mató a John F. Kennedy o quien le tiró ácido del diablo a la Gioconda, solo que habría que darnos una razón, un motivo, una causa probable. Todos hemos visto a los artistas dominicanos con dos tragos en la cabeza despotricar contra el mundo y hasta intervenir en las obras de los demás, vandalizar o participar en ellas de forma creativa. Porque para esto es el arte, ¿O qué?

La instalación de Weiwei incluye tres imágenes enormes en las que el chino deja caer un jarrón (en realidad una urna) supuestamente antiguo en el suelo. El jarrón antiguo se rompe en pedazos. No pasa nada, el jarrón es del chino. Pero el chino coloca ante su acto de despojo, de liberación de esta memoria, de la ceniza ancestral de la que está plagada su obra, una linda formación de jarrones modernos y ordinarios. ¿No puede ser entendido esto como una invitación al despojo, a la destrucción del símbolo?

El artista dominicano Raúl Recio realizó hace varios años una performance en la que rompía sus propios jarrones, trabajadas figuras con paisajes marinos que eran rotas con un bate forrado en dólares, arma que blande La Salsa, personaje creado para esta exposición. Un cliente potencial podía elegir entre un jarrón entero o un jarrón que el artista le rompiera especialmente, creando un discurso sobre el carácter tangible y material de la obra, que puede ser escabroso para las amas de casas que buscan decorar sus espacios, pero más que contundente para el que ya está medio harto del arte.

Pero Caminero seguro supo el costo del jarrón del chino antes de que la prensa le preguntara y no explicó razón para su acción. Y mejor, porque qué importa. Y tan poco importa que Weiwei mismo le perdonó la deuda agradeciendo secretamente que su desacertada protesta le brindara una notoriedad que hace rato los circuitos de arte y ferias contemporáneas han perdido.

Porque en los últimos años las bienales y ferias no han venido que a sepultar el arte contemporáneo. Quien los sigue siquiera de lejos verá fenómenos tan inverosímiles como indigentes convertidos en stars de élite, pinturas de infantes vendidas como grandes obras, mucha pretensión, mucha curadora vestida de negro, mucho catálogo vacío y mucho, mucho dinero invertido para conservar ese privilegio burgués de asistir al vernisage de tal o cual galería.

El público promedio, que se alimenta de Facebook y Twitter, empieza a leer titulares que dicen que el jarrón de Caminero pertenecía a una dinastía de doscientos años de antigüedad, que Weiwei era un samurai cuya familia fue desterrada, que Caminero va preso, etcétera. Porque, en realidad, ni siquiera se explican por qué el jarroncito ordinario que aparece en la foto puede valer un millón de tululuses.


Y yo me pregunto cómo y hasta cuándo vamos a perpetuar estas formas tan exclusivas de arte. O sea, ¿No era como que teníamos que tirar el arte a las calles, hacerla funcional, ecológica, incluyente?

2 comments:

  1. Carlitos, la descripcion de los jarrones en el museo dice "Han Dynasty urns dipped in paint" o algo asi. O sea, si les creemos, tienen mas de 2000 anos. Not that it sways me one way or the other, just for accuracy's sake.

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  2. Tienes razón. La información es confusa. Pero en el momento en que Weiwei los rompe, los embarra y los asume como suyos, creo que pueden ser de Ikea y da igual.

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