Esta
semana el artista dominicano Máximo Caminero rompió un jarrón que formaba parte
de la instalación del artista disidente chino Ai Weiwei y el mundo empezó a
sacudir las manos con la boca abierta. El jarrón en cuestión, una ordinaria
pieza de cerámica parcialmente pintada con pintura chorreante en colores
llamativos, estaba valorado en 1M de dólares y ese numerito siempre nos ha
hecho ponernos el meñique en la boca y hacer ojitos galanes a la cámara, ¿o no?
Pero el
aspaviento provocado por el torpe acto vandálico del autor de pinturas tainas
contra la instalación de Weiwei despliega un abanico de inquietantes cuestiones
sobre el arte, el mercado del arte y la recepción del público.
No
quiero elucubrar sobre el tipo de borrachera que atizó en Caminero esa
estupidez. No quiero decir envidia, y tampoco el propio protestante tuvo la
creatividad de articular un discursito que le diera una cierta importancia. O
sea, que bien se puede pasar a la historia como quien mató a John F. Kennedy o
quien le tiró ácido del diablo a la Gioconda, solo que habría que darnos una
razón, un motivo, una causa probable. Todos hemos visto a los artistas
dominicanos con dos tragos en la cabeza despotricar contra el mundo y hasta
intervenir en las obras de los demás, vandalizar o participar en ellas de forma
creativa. Porque para esto es el arte, ¿O qué?
La
instalación de Weiwei incluye tres imágenes enormes en las que el chino deja
caer un jarrón (en realidad una urna) supuestamente antiguo en el suelo. El
jarrón antiguo se rompe en pedazos. No pasa nada, el jarrón es del chino. Pero
el chino coloca ante su acto de despojo, de liberación de esta memoria, de la
ceniza ancestral de la que está plagada su obra, una linda formación de
jarrones modernos y ordinarios. ¿No puede ser entendido esto como una
invitación al despojo, a la destrucción del símbolo?
El
artista dominicano Raúl Recio realizó hace varios años una performance en la
que rompía sus propios jarrones, trabajadas figuras con paisajes marinos que
eran rotas con un bate forrado en dólares, arma que blande La Salsa, personaje
creado para esta exposición. Un cliente potencial podía elegir entre un jarrón
entero o un jarrón que el artista le rompiera especialmente, creando un
discurso sobre el carácter tangible y material de la obra, que puede ser
escabroso para las amas de casas que buscan decorar sus espacios, pero más que
contundente para el que ya está medio harto del arte.
Pero
Caminero seguro supo el costo del jarrón del chino antes de que la prensa le
preguntara y no explicó razón para su acción. Y mejor, porque qué importa. Y
tan poco importa que Weiwei mismo le perdonó la deuda agradeciendo secretamente
que su desacertada protesta le brindara una notoriedad que hace rato los
circuitos de arte y ferias contemporáneas han perdido.
Porque
en los últimos años las bienales y ferias no han venido que a sepultar el arte
contemporáneo. Quien los sigue siquiera de lejos verá fenómenos tan
inverosímiles como indigentes convertidos en stars de élite, pinturas de
infantes vendidas como grandes obras, mucha pretensión, mucha curadora vestida
de negro, mucho catálogo vacío y mucho, mucho dinero invertido para conservar
ese privilegio burgués de asistir al vernisage de tal o cual galería.
El
público promedio, que se alimenta de Facebook y Twitter, empieza a leer
titulares que dicen que el jarrón de Caminero pertenecía a una dinastía de
doscientos años de antigüedad, que Weiwei era un samurai cuya familia fue
desterrada, que Caminero va preso, etcétera. Porque, en realidad, ni siquiera
se explican por qué el jarroncito ordinario que aparece en la foto puede valer
un millón de tululuses.
Y yo me
pregunto cómo y hasta cuándo vamos a perpetuar estas formas tan exclusivas de
arte. O sea, ¿No era como que teníamos que tirar el arte a las calles, hacerla
funcional, ecológica, incluyente?
Carlitos, la descripcion de los jarrones en el museo dice "Han Dynasty urns dipped in paint" o algo asi. O sea, si les creemos, tienen mas de 2000 anos. Not that it sways me one way or the other, just for accuracy's sake.
ReplyDeleteTienes razón. La información es confusa. Pero en el momento en que Weiwei los rompe, los embarra y los asume como suyos, creo que pueden ser de Ikea y da igual.
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