El
catorce de diciembre del dos mil trece, los medios de comunicación de la
República Dominicana se ahogaron en llanto ante la noticia del grotesco
asesinato del niño lindo del noticiario, el cubano Claudio Nasco. Ahogados como
estaban, balbucearon entre lágrimas sus condolencias, sus someras apreciaciones
y sus anticlimáticos palos a ciegas en un crimen cuyas características no son
extrañas.
Nasco
fue hallado muerto en las cabañas Chévere, como tantos otros que han sido
muertos en cabañas. Porque las cabañas son el único subterfugio para la
privacidad ante los ojos escudriñadores, chismosos y discriminatorios de
nuestra sociedad. Porque para esta franja ecuatorial, de sexualidad exacerbada,
el sexo es una cosa horrible de la que no se habla y que no se mira, que solo
se hace, a oscuras si es posible. Porque las cabañas son también escena para el
sexo con chivas, las filmaciones pornográficas que se popularizan cada día en
sitios web de Suecia o con fines de extorsión. Porque las cabañas son el escape
a la doble moral para practicantes de sano sexo casual, para homosexuales
enclosetados, para personas infieles o para aquellos que han desarrollado una
especie de vergüenza de su propia sexualidad, gracias al dedo que
incesantemente trata de tapar el gran sol (y me disculpan la metáfora anal).
La
primera vez que fui a una cabaña, el hombre que me llevaba me pidió que me
pusiera una peluca rubia, porque aun con sus vidrios tintados y el anonimato
del servicio, él no podía correr el riesgo de ser visto con otro hombre
entrando a este lugar.
Porque
nos avergüenza ser maricones. Y tanto nos avergüenza ser maricones que hemos
fetichizado el pene heterosexual. Apreciamos el pene que se anuncia hetero y
que solo nos pertenece a través de la transacción. Hemos desarrollado un
fetiche de la transacción porque es el triunfo homosexual sobre el pene
heterosexual, la compra del objeto, al que ponemos precio y como objeto
adquirido lo queremos de a mucho, en tríos y cuartetos, y bien duro por mucho
tiempo gracias a compuestos químicos. Nos gustan los bugarrones. Nos gustan los
hombres que son más hombres que los hombres. Los bugarrones que no saben hablar
y que vienen de lo más bajo de los estratos urbanos de ese musgo sin control
que es Santo Domingo. Nos gustan los que tienen sus mujeres e hijos en casa,
los que no besan, los que singan sin sensibilidad alguna. Nos gusta subordinar
nuestro placer al placer del falo heterosexual, porque si este nos provoca
placer deliberadamente entonces se está volviendo homosexual y con maricones no
queremos singar. Nos gusta el hombre convertido en monstruo sexual con la ayuda
de tres buenas líneas de coca. Nos gusta el sexo en muecas, nos gusta el sexo
como el porno más hardcore, porque es lo que hemos aprendido. Nos gusta en
privado porque no queremos admitir el rol pasivo del que huimos despavoridos.
Pero
esto no es inherente de nuestra genuflexa identidad. A Pier Paolo Pasolini le
gustaban jóvenes y murió asesinado por su amante de 19 años que le pasó tres
veces por arriba con un carro. Andrew Cunanan también estuvo involucrado con
Gianni Versace y le pegó dos tiros frente a su casa en Miami.
O algo así.
Tanto
nos avergüenza admitir lo mucho que nos gusta la pinga del bugarrón, que ante
crímenes de odio como el perpetrado contra Claudio Nasco, no encontramos otra
forma de lidiar que con el gran silencio del secreto a voces. Y no solo este
silencio, sino otro más temible y penoso: El de la desinformación y la
impunidad.
Por
todas partes hay publicaciones que hablan de sumas irrisorias por las que
ningún palomito va a matar a nadie, de “peces gordos” imaginarios e intangibles
que hacen volar la imaginación al mayor de los silencios: el miedo.
No me
toca a mí hablar del celular quemado de Claudio Nasco ni de los 25 mil pesos
que supuestamente debía, yo no soy detective y ni siquiera me encuentro en
República Dominicana. Lo que quiero es recordarles que Jean Luis Jorge fue
muerto en circunstancias parecidas y Micky Bretón por igual. Y que estas
muertes, por sus connotaciones sexuales, son catalogadas como crimen pasional y
pasa al olvido sin más. Al igual que las muertes relacionadas con el virus del
SIDA, preferimos no meternos en ese charco para no ensuciarnos, para ni
siquiera parecer que estamos sucios. Para que nadie nos señale con un dedo y
diga. Porque la opinión nos importa.
No he
leído ni una vez en los múltiples artículos publicados sobre el asesinato la
frase CRIMEN DE ODIO. Nadie quiere poner el dedo en esa llaga. Nadie dice HOMOFOBIA. Nadie quiere
admitir que si Claudio Nasco estaba en una cabaña con otros tres hombres seguro
no era para cerrar un negocio ni una menudencia similar. Nasco fue víctima de
su propia vergüenza, de su propia homofobia, que es la más ponzoñosa y terrible
de todas. Las horas y motivos serán maquillados. Muchas teorías en todas
direcciones van a satisfacer todos los gustos e intolerancias, e intentarán que
pasemos a lo siguiente y sigamos ignorando este tema tan incómodo.
La cabaña es solo el setting. Es un drive-in closet al que se entra con carro y nadie te ve. Diseñado para esconderse, y luego para disfrutar. Nunca al revés. Estos closets se repiten en casa, en el trabajo, en la calle, en los medios. El mismo Nasco tardó años en asumirse homosexual ante la sociedad dominicana. Pobre niño lindo. Espero que su cuerpo descanse en paz, pero que su alma venga atormentar el gusanillo de la indignación hasta que podamos sentirnos bien en nuestro propio ser.
¡Al pan, pan...!
ReplyDeleteSabes, eres un poco fuerte en la manera de describir tu relato, pero si me gusta, me gusta mucho porque si creo que vivimos en una sociedad conrumpida por el odio y la doble cara en nuestro hogares, religiones y governantes.
ReplyDeleteExcelente articulo y digo excelente porque palabras asi no durarian mas de dos minutos en ningun portal de noticias dominicano. el principio de libertad de expresion en Republica Dominicana, mas bien parece un principio de ciencia ficcion de uno de los libros de Isaac Asimov. Lo penoso de nuestra sociedad dominicana es que se escuda a defender las inclinaciones sexuales erradas por moda, por el que diran y para que a nadie lo tilden de homofobico pero en el fondo hay una disonancia que ralla en el ridiculo.
ReplyDeleteMejor de ahí se daña…Excelente articulo!!!
ReplyDeleteExcelente escritor.
ReplyDeleteExcelente artículo, sin maquillaje, realista... Felicidades!!
ReplyDeleteExcellente articulo, hiciste un retrato perfecto y realista. Personas como tu son los que hacen falta en republica Dominicana que digan las cosas por lo pelao, caiga quien caiga. Continua en esto
ReplyDeleteCreo que ha sido uno de los pocos artículos que habla de las cosas sin velo, sin tapujos y sin tabúes. Te felicito porque sé que quien lea abrirá los ojos de muchas cosas que consciente o no le perjudican. Así son las cosas y así debe hablarse.
ReplyDeleteCualquier cosa pasate por mi blog, Felicidades!
Publiqué su artículo en 7dias.com.do. No tiene firma porque desconozco su nombre. ¿Le gustaría que apareciera? Mi correo es mcordero@7dias.com.do
ReplyDeleteExcelente articulo, me encanto que hablaras sin tapujos y llamando las cosas como son y en el lenguaje que en verdad se use en Santo Domingo. Gracias por compartir y ojala sirva para que nuestra sociedad cambie su manera de ser y evitar otros casos similares.
ReplyDeleteEs un excelente artículo. Que dice las cosas con tremenda claridad. Se nota que es alguien que lo ha vidido todo y no tiene miedo, ni pelos en la lengua.
ReplyDeleteMuy buen articulo, bien articulado. Personalmente no me gustan las palabras vulgares, pero en tu articulo son mas que justificadas y diria hasta necesarias, ya que imagino que las usas como una provocacion y para sacudir conciencias. Estas muy bien documentado (conoces hasta Pasolini). Tu articulo le quita al menos un dedo al sol; espero que en nuestro pais y en gran parte del mundo haya una revolucion cultural y mental; se puede empezar por ejemplo con la famosa ley " atentado al pudor y las buenas costumbres" que te impide ser efusivo en publico por temor a que algun policia ignorante te aprese acogiendose a la misma. Yo soy hetero y muchas veces me senti cohibida de ser, de ser efusiva sin limites con mi pareja en publico por culpa de ese " miedo" cultural, imagino que para un homosexual es peor, porque cuando tenemos un cardenal que se permite ser despectivo y denigrante con un embajador, tan solo por su preferencia sexual, que se puede esperar con la mayoria de la poblacion que no piensa y se limita a seguir doctrinas.
ReplyDeleteQué maravilla de texto.
ReplyDeleteWao! Cuántas luces. Tendrías que estar en la isla.
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